Volver al origen: los beneficios de experimentar los primeros movimientos que dan forma a nuestro ser

ivana sejenovich

En el campo del movimiento somático existe un territorio silencioso, íntimo y poderoso: el de los primeros movimientos que emergen antes de tener huesos, antes de tener historia, antes incluso de tener un “yo” narrable. Son movimientos embrionarios, patrones primarios, danzas orgánicas que aparecen desde lo más profundo de nuestro desarrollo y que siguen acompañándonos toda la vida… aunque muchas veces lo olvidemos.

Explorarlos de manera vivencial no solo es una práctica corporal: es un modo de reconectar con el tejido donde se origina nuestra manera de habitar, percibir y responder al mundo.

Las danzas primitivas que nos organizan

Antes de nacer, de gatear, de caminar o de hablar, el cuerpo se organiza a través de pulsos, ondulaciones y gestos que nacen del diálogo entre nuestros fluidos, tejidos y espacios internos. Entre ellos destacan:

• Ceder a la condensación y ceder a la expansión

Antes de movernos en direcciones, nos movemos en pulsos. Condensar y expandir son los ritmos básicos de la vida celular: acercarse al centro y abrirse hacia el entorno. Cuando los exploramos conscientemente, revelan cómo gestionamos la entrega, el sostén, la receptividad y la presencia.

• Flexión y extensión fisiológica

No son posturas, sino impulsos. La flexión recoge, protege y afina la percepción; la extensión abre, proyecta y organiza el contacto con el afuera. Volver a su cualidad primaria nos devuelve la posibilidad de movernos sin rigidez ni automatismos.

• Patrones oceánicos o prevertebrales

Antes de tener un eje vertebral, somos fluidos. Los patrones de movimiento oceánico recuerdan la inteligencia cooperativa del cuerpo cuando aún no existían separaciones claras: movimiento tridimensional, suave, continuo. Allí el esfuerzo es mínimo y la eficiencia máxima.

Explorarlos nos reconecta con un movimiento vibrante y orgánico, donde la fuerza no viene del músculo sino de la coherencia interna.

¿Por qué volver a estos orígenes somáticos?

1. Renovar la eficiencia y la organización del movimiento

Los patrones primarios son la arquitectura somática que sostiene todo lo que hacemos después. Cuando los revisitamos, el cuerpo suelta compensaciones innecesarias y encuentra caminos más claros, ligeros y coordinados.

2. Recuperar la relación con el tono básico del ser

Nuestro tono —emocional, postural, relacional— se gesta desde estos primeros movimientos. Al habitarlos de nuevo podemos ajustar no solo cómo nos movemos, sino cómo estamos adentro.

3. Despertar la capacidad de autoescucha

El movimiento embrionario es muy sutil. Requiere atención fina, curiosidad, tiempo. Practicarlo desarrolla la sensibilidad hacia micromovimientos y señales internas que solemos pasar por alto.

4. Acceder a estados de calma y regulación profunda

La lentitud, la repetición y la cualidad fluida de estos patrones favorecen la regulación del sistema nervioso, invitan al descanso y promueven un sentido de continuidad interna que disminuye la fragmentación corporal.

5. Ampliar la percepción de identidad y pertenencia

Explorar estos gestos primigenios no es volver al pasado; es recordar que también somos ese origen. Que dentro de nuestra aparente forma sólida sigue existiendo un territorio de agua, pulsación y creatividad.

La experiencia vivencial: clave para integrar

Leer sobre estos movimientos no es suficiente. Solo la experiencia directa permite sentir la textura interna de la expansión, la curva exacta que organiza la extensión fisiológica o la ola que recorre el cuerpo cuando lo dejamos responder como tejido acuático.

En talleres, sesiones individuales o prácticas personales, estas exploraciones ofrecen un lenguaje para desandar lo rígido, liberar lo automático y recuperar la vitalidad orgánica.

Volver al origen somático no es un viaje hacia atrás.
Es un regreso hacia adentro.
Es recordar que en nuestra estructura más profunda sigue viva la inteligencia fluida que nos formó. Reivindicar que nuestro cuerpo sigue siendo una fuente de sabiduría, renovación y sentido.

¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida?, puedes nutrirte cada día con prácticas simples de movimiento libre: deja que tu cuerpo imagine que flota en el agua, que las corrientes te sostienen, te moldean y te ofrecen nuevas posibilidades. Solo con eso, ya estás regresando a ese lugar donde todo movimiento comienza.