El Gran Ciclo del Ser – Parte 2

ivana sejenovich

 

En la primera parte de este tema, exploramos el ciclo esencial de toda experiencia: sensación → interpretación perceptiva → movimiento.
Este circuito —sensorio-motor— da forma a nuestra manera de estar en el mundo. Pero la vida no ocurre en una línea recta.

Cada respuesta, cada acción y cada percepción, están profundamente influenciadas por procesos sutiles que ocurren antes de que podamos nombrarlos.

En esta segunda parte, te comparto tres elementos fundamentales que completan y expanden el Gran Ciclo del Ser:

  • La expectativa preconcebida

  • El enfoque motor presensorial

  • La planeación motriz

Estos tres procesos ocurren antes de sentir y antes de actuar. Son como el terreno sobre el cual se siembra la experiencia. Y al conocerlos, se abre la posibilidad de transformar desde la raíz.

1. Expectativa preconcebida: el filtro invisible

Antes de recibir una sensación, nuestro sistema ya ha generado una expectativa sobre lo que está por venir.
Esta expectativa no es necesariamente consciente: es un modelo interno, construido a partir de nuestra historia, nuestras memorias, creencias y necesidades. Es una especie de “predicción sensorial”.

¿Te ha pasado que alguien te toca el brazo y lo sientes más frío o más cálido de lo que realmente está?
¿O que escuchas una frase y te duele, no por las palabras, sino por lo que esperabas que dijeran?

Esto ocurre porque no percibimos la realidad tal cual es. Percibimos lo que nuestro sistema espera encontrar.

La expectativa preconcebida puede protegernos, pero también limitarnos. En la Educación Somática, aprendemos a reconocer esos filtros y abrir espacio a lo inesperado. A darle al cuerpo permiso de actualizar su lectura del mundo.

2. Enfoque motor presensorial: elegir hacia dónde sentir

Un descubrimiento fascinante de la neurociencia contemporánea es que nuestro cerebro organiza un acto motor previo para decidir hacia qué información sensorial prestará atención.
Esto se llama enfoque motor presensorial.

Es un movimiento interno, muy fino, que no busca actuar en el mundo externo, sino sintonizarnos con ciertos canales sensoriales.
Por ejemplo:

  • Si vas a leer un libro, tu sistema se organiza para darle prioridad a la visión cercana y al procesamiento lingüístico.

  • Si estás por meditar, tu atención puede dirigirse hacia la respiración o los latidos del corazón.

Este acto motor interno determina qué tipo de información entra al sistema y cuál queda fuera.
Es la base neurofisiológica de la concentración, de la atención selectiva, de la escucha profunda.

En el trabajo somático, cultivamos la capacidad de cambiar ese enfoque. Aprendemos a mover la atención como un lente: hacia dentro o hacia fuera, hacia lo sutil o lo evidente, según lo que necesitamos.

3. Planeación motriz: imaginar antes de hacer

Antes de movernos físicamente, el sistema nervioso hace una simulación del movimiento: planea, ajusta y predice las consecuencias de la acción.
Este proceso se llama planeación motriz.

Ocurre en áreas motoras del cerebro como la corteza premotora y el cerebelo. Allí se evalúan variables como:

  • ¿Qué tan lejos está el objeto?

  • ¿Cuánta fuerza necesito?

  • ¿Cómo me moveré sin perder el equilibrio?

Incluso si la acción nunca ocurre, esta planeación deja una huella en el sistema.
Es por eso que imaginar un movimiento con claridad puede mejorar nuestra coordinación real.
Y también por eso, a veces nos agotamos sin movernos: el cuerpo ya hizo el esfuerzo internamente.

En somática, trabajamos con la planeación motriz para ampliar nuestras opciones de acción. No se trata de “reaccionar”, sino de elegir con más libertad cómo quiero moverme, cuándo y para qué.

El Gran Ciclo del Ser, expandido

Con todo esto, podemos ver que el ciclo real de toda experiencia viva es más amplio y más profundo. Podría representarse así:

Expectativa preconcebida → Enfoque motor presensorial → Sensación → Interpretación perceptiva → Planeación motriz → Movimiento

Un ciclo dinámico, no lineal, que ocurre a cada instante.

Y cuanto más consciente soy de sus etapas, más capacidad tengo de transformar mis patrones, mis relaciones, mi forma de habitar el cuerpo y el mundo.

Vivir desde el ciclo

Practicar el Gran Ciclo del Ser no es un ideal teórico.
Es algo que podemos hacer en lo cotidiano:

  • Observando qué espero, antes de escuchar o mirar.

  • Afinando mi enfoque atencional según lo que necesito.

  • Recibiendo con apertura las sensaciones, sin apurarlas.

  • Ampliando mi percepción con menos juicio y más curiosidad.

  • Explorando nuevas formas de moverme, imaginarme y responder.

Este ciclo está vivo. Es la danza del sistema nervioso.
Y vivirlo con conciencia es, quizá, la forma más profunda de libertad.