Dejar de vivir desde la tensión constante

Habitar el sistema nervioso más allá de la teoría
Durante años, muchas personas han recorrido caminos terapéuticos, leído libros, tomado cursos, buscando comprender el funcionamiento del sistema nervioso con la esperanza de encontrar alivio. Y aunque la teoría puede ofrecer un marco de referencia valioso, hay una distancia entre entender con la mente y sentir con el cuerpo.
|“Saber cómo funciona el sistema nervioso no es lo mismo que habitarlo.”
No es lo mismo que vivir desde un estado de conexión, presencia y confianza.
Una cosa es leer sobre el nervio vago. Otra, muy distinta, es notar cómo cambia tu respiración cuando te sientes segura.
Una cosa es conocer los conceptos de hiperactivación o congelamiento. Otra es sentir cómo tu cuerpo va soltando la tensión, poco a poco, cuando encuentra condiciones reales de seguridad.
De la información al encuerpamiento
La educación somática parte de un principio fundamental: el cuerpo aprende a través de la experiencia.
|“El cuerpo aprende a través de la experiencia, no de la teoría.”
Y en ese sentido, el sistema nervioso no se regula a partir de ideas, sino de vivencias.
Lo que transforma no es solo el conocimiento.
| “Lo que transforma no es solo el conocimiento. Es la posibilidad de volver a sentir.”
Es la posibilidad de volver a sentir.
De escuchar los propios ritmos.
De moverse desde el centro.
De encontrar descanso sin culpa.
De habitar la relación con el entorno desde una base fisiológica de seguridad.
En la Librería Somática trabajamos desde esta premisa. A lo largo del tiempo hemos organizado nuestras propuestas educativas en torno a cuatro fases de exploración somática, que permiten un recorrido progresivo para reencontrarse con el propio sistema nervioso desde la experiencia, no desde el esfuerzo.
Las cuatro fases del recorrido somático
1. Localización
Sentir el sistema nervioso desde adentro
Todo comienza con una pregunta esencial:
¿Dónde estoy? ¿Cómo sé que estoy aquí?
Antes de regularnos o buscar calma, necesitamos sentirnos ubicadas.
Localizarnos no es solo una cuestión de espacio físico. Es una capacidad sensorial profunda: sentir el volumen del cuerpo, su dirección, su ritmo, su pertenencia.
| “No puedes regularte si no sabes dónde estás.”
En esta fase nos acercamos a lo que conforma realmente el sistema nervioso, no solo en términos anatómicos, sino en su expresión como red fluida y viva.
Comprendemos cómo este sistema se organiza, cómo se ramifica, cómo se siente cuando está en relación consigo mismo y con el entorno.
Desde el enfoque de la educación somática, no se trata solo de identificar estructuras como el encéfalo, la médula o los nervios periféricos. Se trata de reconocer su movimiento, su cualidad, su expresión en el cuerpo vivo.
A través de prácticas de orientación, de escucha sensorial y de movimiento consciente, se va restaurando una sensación de sostén interno.
Este sostén no proviene de una postura rígida ni de una idea de estabilidad, sino del tejido relacional que el sistema nervioso establece con la gravedad, con el suelo, con la respiración.
En vez de empezar a “hacer algo con el sistema nervioso”, comenzamos por habitarlo.
Sentimos su presencia. Su forma. Su campo.
Y desde ahí, se abre el mapa para las fases que siguen.
2. Acción y pausa
El arte de moverse desde la presencia
El sistema nervioso no solo necesita calma. También necesita movimiento.
En esta fase se explora la danza entre el hacer y el detenerse.
Se observa cómo se organiza la acción interna y externa, qué patrones se activan al iniciar una tarea, al sostenerla, al concluirla.
| “Habitar el movimiento no significa hacer más. Significa hacer desde otro lugar.”
Muchas personas viven en un ciclo constante de esfuerzo o, por el contrario, de parálisis.
Aquí se reconoce el ritmo propio, se afina el registro de cuándo una pausa es evasiva y cuándo es reparadora, de cuándo la acción es impulsiva y cuándo está enraizada.
Habitar el movimiento no significa hacer más.
Significa hacer desde otro lugar. Un lugar sostenido, presente.
3. La fisiología de la confianza
El cuerpo que ya no se defiende
La confianza, muchas veces entendida como una actitud o una creencia, también tiene un correlato fisiológico.
Se puede sentir en el cuerpo.
Y se puede perder, como se puede recuperar.
| “La confianza no es una idea. Es una sensación corporal que se puede perder, y también recuperar.”
Esta fase se adentra en el tejido más profundo de nuestra experiencia somática.
¿Cuáles son los órganos, sistemas y estructuras que nos dan soporte?
¿Cómo se organiza internamente un cuerpo que no se está defendiendo todo el tiempo?
A través de la atención a la respiración, el tono muscular, la sensación de gravedad, el contacto con el suelo y los demás, se van desactivando patrones de vigilancia y se empieza a restablecer un estado de coherencia interna.
La confianza, en este contexto, no es una idea. Es una práctica que se siente.
4. Regulación para la autenticidad
Volver a tu ritmo verdadero
Finalmente, llegamos a un punto en el que la regulación ya no es solo una estrategia de emergencia.
Empieza a convertirse en una forma de habitar la vida.
En esta fase se trabaja sobre tres vías complementarias:
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La autorregulación desde el sistema nervioso autónomo
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La autorregulación a través del movimiento
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La autorregulación desde la conexión con otras personas
| “La regulación no es un estado final. Es una relación viva con tu cuerpo, tu entorno y tu autenticidad.”
Lejos de buscar un estado permanente de calma, se trata de desarrollar una base de integridad somática que permita sostener la autenticidad: sentir lo que se siente, elegir lo que se necesita, expresar lo que se es.
La regulación, entonces, se convierte en una capacidad viva. No como una técnica, sino como una forma de relación con una misma, con los demás y con el mundo.
Sentirse a salvo
Sostener la expansión desde el cuidado
Habitar la seguridad es más que evitar el peligro.
Implica contar con condiciones internas y externas que permitan crecer sin agotarse, sin retraerse, sin traicionarse.
| “Sentirse a salvo es saber que el cuerpo es un lugar habitable.”
Sentirse a salvo es poder respirar sin apuro.
Es moverse sin miedo.
Es saber que el cuerpo es un lugar habitable.
Este no es un estado que se alcanza una vez y para siempre.
Es un proceso que se cultiva.
Una práctica que se aprende.
Una posibilidad que se construye, cuerpo a cuerpo, sensación a sensación.
| “No se trata de controlar tu sistema nervioso. Se trata de volver a ti.”